viernes, 4 de noviembre de 2011

porfiriato



Porfiriato o Porfirismo[1] es el período de 34 años en el que el ejercicio del poder en México estuvo bajo control de Porfirio Díaz. Este período comprende de 1876 (al término del gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada) a mayo de 1911, cuando Díaz renunció a la presidencia por la Revolución encabezada por Francisco I. Madero, Francisco Villa, Emiliano Zapata y los hermanos Flores Magón. Durante el gobierno del general Porfirio Díaz se dio un giro en la actividad política nacional, puesto que logró de una vez por todas, a diferencia de los años anteriores, controlar de manera efectiva al Ejército. El Porfiriato también fue un periodo que provocó grandes desigualdades entre la población mexicana; pues la estabilidad económica y política generada en esos momentos soló beneficio a un pequeño grupo y ademas de la supresión de numerosas libertades civiles de la época.

Hoy gobierna una clase dominante que en 1910 perdió la batalla política contra la Revolución Mexicana y la caída de Porfirio Díaz, pero la cual se reincorpora cien años después, “para bien o para mal, porque la revolución los excluyó de la política; no los excluyó del poder económico, y cien años después vuelven, eso es un hecho”.


Sostuvo Alicia Salmerón Castro, investigadora del Instituto José María Luis Mora, de la ciudad de México, en la conferencia “El archivo de la reacción y la contrarrevolución contra Francisco I. Madero”, en el XXX Simposio de Historia Regional que organizó La Asociación Cultural de Liberales de Ensenada.


Reveló que el grupo allegado a la figura de Porfirio Díaz, “Los Científicos”, apoyó el golpe de estado de Victoriano Huerta contra Francisco I. Madero, ya que los movimientos contrarrevolucionarios mantenían inestable amplias regiones del país y no aceptaban su derrota política.


Sobrevivieron con sus propiedades y riquezas, influyendo económicamente e intrigando contra el ascenso de Francisco Madero, ya que los revolucionarios no se radicalizaron y respetaron las vidas de los adversarios, las propiedades y sus negocios.


“Y otros se quedaron, y no solamente cruzaron cartas con sus antiguos correligionarios descalificando a la revolución y conspirando en su contra, sino que continuaron atendiendo sus negocios, sus propiedades, sus empresas. Así las oligarquías sobrevivieron físicas y económicamente a la revolución; su pérdida en realidad fue la política”, estableció la maestra Alicia Salmerón.


La Revolución Mexicana no se radicaliza como las revoluciones francesa y la rusa que acaban con sus enemigos políticos, “los pasan por la guillotina”, mencionó; aunque “Los Científicos” se desintegran una vez que pierden la figura protectora del gobierno de Porfirio Díaz.


“Los científicos vivieron o siguieron de cerca los acontecimientos que transformaban al país, y desistieron, como testimonia el conjunto de cartas publicadas, —puntualizó— a perder toda influencia en los nuevos rumbos de la nación. La revolución ejerció una fuerza centrífuga sobre los más cercanos colaboradores de Porfirio Díaz”.


Las cartas que Pablo Macedo y Miguel Macedo mantenían con el resto de “Los Científicos”, durante 1911 y 1912, cae en manos de los constitucionalistas y es publicada para asestar “un duro golpe” a quienes estaban contra la revolución y quienes “llegaron a considerar en algún momento la lucha contrarrevolucionaria armada contra Madero”.


Fueron publicadas a finales de 1917 y principios de 1918 por El Universal bajo título de “El archivo de la reacción” en un momento difícil para el recién electo presidente Venustiano Carranza, ya que —explicó la investigadora— “la pacificación del territorio nacional estaba lejos de ser una realidad: villismo, zapatismo; pero también movimientos contrarrevolucionarios mantenían un ambiente de inestabilidad en amplias regiones del país”.


AVANCES TECNOLOGICOS DURANTE EL PORFIRIATO


Presintiendo que el presidente Lerdo de Tejada intentaría reelegirse, Porfirio Díaz volvió a levantarse en armas. Formado en la guerra de Reforma y durante la intervención francesa, Díaz gozaba de gran prestigio entre los militares y de renombre en los círculos políticos del país. Con el triunfo del Plan de Tuxtepec, el cual lo llevó a la Presidencia de México para gobernar el periodo que comprende de 1876 a 1911 con un breve intermedio durante el gobierno de Manuel González.

En los 31 años del Porfiriato se construyeron en México más de 19 000 kilómetros de vías férreas con la inversión extranjera; el país quedó comunicado por la red telegráfica; se realizaron inversiones de capital extranjero y se impulsó la industria nacional.

La primera fase del porfiriato terminó con la entrada de Yves Limantour en Hacienda en 1893. Este periodo se caracterizó por el auge de las compañías enajenadoras de terrenos comunes baldíos, la moidifcación de la Cionstitución de 1857, que dió paso a las reelecciones y la aprobación de la ley que otorgaba la gra explotación minera a los capitales de EUA y Gran Bretaña. Limantour, tras la crisis de 1892, abrió el país a la inversión extranjera y promovió la creación de nuevas industrias. La corrupción, el fraude electoral y la represión fueron la propuesta de la administración Díaz a las tensiones sociales, nacidas del contraste entre una oligarquía poderosa que controlaba los resortes económicos y políticos frente a 12 millones de personas ligadas a la tierra. La crisis de 1907 y las luchas en el seno del gobierno favorecieron el inicio de la revoliución mexicana, dirigida por Madero.[2]

A partir de 1893 se sanearon las finanzas, se mejoró el crédito nacional y se alcanzó gran confianza en el exterior, y se organizó el sistema bancario, que se invalidó durante la década de 1940, en el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río.

En este periodo se continuó el esfuerzo iniciado con Manuel González por superar la educación en todos sus niveles; hombres de la talla de Joaquín Baranda, Ezequiel Chávez, Enrique C. Rébsamen, Ignacio Manuel Altamirano y Justo Sierra Méndez le dieron lustre a este proceso que incluyó desde los jardines de niños hasta la educación superior, pasando por la formación de maestros.

Aunque Porfirio Díaz reiteraba que ya el país se encontraba listo para la democracia, realmente nunca quiso dejar el poder y en 1910, a la edad de 80 años, presentó su candidatura para una nueva reelección, la cual fue rechazada por el público obrero. Ante estos hechos, Francisco I. Madero convocó a la rebelión, la cual surgió el 20 de noviembre de ese año, y terminó con la entrada triunfal a la ciudad, derrotando al dictador.

Chihuahua fue el principal escenario de las derrotas porfiristas ya que Pancho Villa y Pascual Orozco conquistaron Ciudad Guerrero, Mal Paso, venció en la batalla de Casas Grandes, Chihuahua y la toma de Ciudad Juárez, por el Sur, Emiliano Zapata al frente de sus tropas campesinas, amagaban la capital y derrotaron en Cuautla el 5to. Regimiento de Oro (el mejor batallón del ejército federal) aunque irrelevantes en el plano militar, fueron las batallas que facilitaron el camino de los revolucionarios hacia la victoria contra la dictadura. Habiendo tenido esos fracasos en el terreno militar y otros en el plano de las negociaciones, Díaz prefirió renunciar a la presidencia y abandonó el país en mayo de 1911.





José María Morelos y Pavón
(Valladolid, Michoacán, 30 de septiembre de 1765 - Ecatepec, Estado de México, 22 de diciembre de 1815) fue sacerdote y militar insurgente mexicano, que organizó y fue el artífice de la segunda etapa (1811-1815) de la Guerra de Independencia de México. Nació en Valladolid, y estudió durante los primeros años de su vida con su abuelo materno. En 1789, entró al seminario de Valladolid, donde se graduó en 1795. En 1799, fue nombrado cura de Carácuaro, donde permaneció hasta 1810.

Fue comisionado por Miguel Hidalgo, el 20 de octubre de 1810 en Charo (Michoacán), como jefe insurgente en el sur de México, encargado de tomar ciudades importantes y cortar la comunicación con los países de Asia Oriental, y su principal encomienda fue tomar el puerto de Acapulco, considerado estratégico para la comunicación de la Nueva España.[1]


Desde 1811, y hasta el inicio de su declive militar en 1814, Morelos, ayudado de muchos lugartenientes, logró conquistar la mayor parte del sur del país y parte del centro, en la región del actual estado de Morelos, donde se desarrolló, entre el 9 de febrero y el 2 de mayo de 1812, su acción militar más famosa, el Sitio de Cuautla, en la ciudad homónima, que lo convirtió en el principal enemigo del ejército realista.


También organizó el Congreso de Anáhuac, el primer cuerpo legislativo de la historia mexicana, cuyas sesiones tuvieron lugar en Chilpancingo (actual Estado de Guerrero) durante septiembre y noviembre de 1813. Allí Morelos presentó sus Sentimientos de la Nación. El Congreso aprobó el 22 de octubre de 1814, en Apatzingán, la primera Constitución de México, aunque Morelos después declaró que "es mala por impracticable".[2]


Tras varias derrotas, fue capturado el 5 de noviembre de 1815 en Temalaca,[3] por el coronel Manuel de la Concha, fue juzgado por la Inquisición, y finalmente fusilado, el 22 de diciembre de 1815.



Agustín de Iturbide


militar criollo que, al frente del Ejército Trigarante, se conviritó en uno de los caudillos más importantes de la última etapa de nuestra Independencia.




Agustín de Iturbide nació en Valladolid (hoy Morelia) en 1783; murió en Padilla, Tamaulipas, en 1824. Fue el hijo criollo de un inmigrante vasco de ancestros nobles y de una dama michoacana. A los 17 años ingresó al regimiento de infantería provincial de su ciudad y a los 22 casó con Ana María de Huarte.Como la mayoría de los caudillos de la Independencia, sirvió primero al gobierno real español como oficial del ejército, adquiriendo notoriedad por la persecución de los primeros rebeldes entre 1810 y 1816. En 1813 el virrey Félix María Calleja lo ascendió a coronel y le dio el mando del regimiento de Celaya, para después darle el control militar supremo de la intendencia de Guanajuato, uno de los principales escenarios de la rebelión.


Ejerciendo esa responsabilidad, Agustín de Iturbide, puso en práctica el programa realista de la contra- insurgencia, siendo muy criticado por su arbitrariedad y por su trato a civiles, incluyendo la detención de madres, esposas e hijos de rebeldes conocidos, además de haber fusilado sin escrúpulos a quien se supone se lo merecía, según era costumbre entre ambos bandos. Sostuvo frecuentemente a su tropa con sus propios recursos; logró despertar la iniciativa privada para la defensa de las localidades en campañas locales y foráneas; se preocupó para la educación y valorización de las hazañas de sus soldados.


En 1816 fue retirado del Bajío después de que el virrey le ordenara responder a varios cargos que incluían el uso del mando para crear monopolios comerciales, saquear propiedad privada y malversar fondos, las quejas, sin embargo, provenían de simpatizantes de la insurgencia. Al año siguiente fueron retirados los cargos.


Absuelto, Iturbide hubiera podido regresar al mando del ejército con provisiones para el norte pero resentido lo rechazó. A fines de 1820, el coronel realista Iturbide, de 37 años de edad, se volvió en contra del régimen al que había servido tan fielmente y proclamó una nueva rebelión. Plasmó su programa en el llamado Plan de Iguala el 14 de febrero de 1821 en la población del mismo nombre.


El virrey rechazó el Plan y puso a Iturbide fuera de la ley, pero la mayoría de las guarniciones y de las ciudades le manifestaron su adhesión. El victorioso Ejército Trigarante avanzó sobre la capital con mayor número de adeptos cada día; el virrey O'Donojú celebró con Iturbide el Tratado de Córdoba, el 24 de agosto, mediante el cual legalizó el Plan de Iguala, puso fin a la guerra y consumó la Independencia. Iturbide entró triunfalmente en la capital el 27 de septiembre de 1821.


Iturbide presidió la Junta Provisional Gubernativa, que tenía que cumplir con el Tratado y el Plan, base del gobierno del naciente Estado mexicano. El partido iturbidista era el más numeroso pero carecía de organización; los partidos opositores -borbonistas, progresistas y republicanos- contaban, en cambio, con la fuerza de las logias masónicas.


Al desconocer España el Tratado de Córdoba, Agustín de Iturbide advirtió a los gobiernos europeos que el reconocimiento de la independencia de cualquiera de las colonias hispanoamericanas se consideraría una violación a los tratados existentes. Iturbide, entonces, empezó a preparar su ascenso al poder.


Cuenta la historia que la noche del 18 de mayo de 1822 una multitud dirigida por un contingente del antiguo regimiento de Celaya marchó a través de las calles de la capital hasta la residencia de Iturbide y demandó que su comandante en jefe aceptara ser la cabeza del imperio mexicano.


La coronación de Iturbide como emperador y de su esposa Ana María como emperatriz tuvo lugar entre gran pompa y circunstancia el 21 de julio 1822 con los obispos de Puebla, Durango y Oaxaca presentes en la ceremonia.


Derrotado por la revolución de Casa Mata, encabezada por Santa Anna y las logias masónicas, abdicó el 19 de marzo de 1823 y abandonó el país después de reinstalar el Congreso.


A principios de julio de 1824, acompañado por su esposa y sus dos hijos menores volvió del destierro, que el consideraba "voluntario" llegando al puerto de Soto la Marina en la costa de Nuevo Santander, hoy estado de Tamaulipas. El ex emperador y su familia fueron escoltados por el comandante Felipe de la Garza, hasta el pueblo cercano de Padilla. Iturbide ignoraba que había un decreto en su contra que lo declaraba “traidor y fuera de la ley” y una sentencia de ejecución pendiente.


El 19 de julio, el presidente de la legislatura de Tamaulipas, un cura, le administró los últimos sacramentos a Iturbide, le confesó tres veces sus pecados y dijo sus últimas palabras: "¡Mexicanos! Muero con honor, no como traidor; no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha, no soy traidor, no".Tres balas alcanzaron a Agustín de Iturbide: una en la parte izquierda de la frente; la que lo mató, otra en el costado izquierdo entre la tercera y cuarta costilla y otra que se alojó junto a su nariz en el lado derecho de su cara. El cuerpo fue enterrado en la iglesia parroquial de Padilla, que no tenía techo y estaba abandonada.


conclusion


“Entonces ¿qué es lo que tenemos hoy?: No tenemos un nuevo porfiriato, pero sí tenemos grupos económicos que vienen y se reincorporan a la política, para bien o para mal, digo no nos metemos en ese asunto.



“Se reincorporan a la política porque la revolución los excluyó de la política; no los excluyó del poder económico, pero sí de la vida política. Y cien años después vuelven, eso es un hecho.


“Que si estamos volviendo al porfiriato: no, no hay marcha atrás: tuvimos una revolución, y la política se hace de otra manera, el mundo es otro; pero sí tenemos un país muy complicado y para entenderlo y para actuar de la manera más posible, creo que la historia es lo único que nos permite orientarnos en esta lucha del mexico que tenemos ahora.